jueves, 26 de noviembre de 2009

Primer objetivo conseguido...

Sigo trabajando duro. Los avances en el colegio ya son notables, y es que el simple hecho de no utilizar la vara sino el refuerzo positivo hace que los niños no tengan miedo a equivocarse sino motivación para hacerlo bien.

He tenido muchos altibajos, días en los que salía del colegio con las manos en la cabeza y otros con una energía y satisfacción que me llenaban entera. He cogido las riendas y hay tantas cosas en mi cabeza para hacer que no me dan las horas, los días, los meses…

Los niños son cada día más felices, y los profesores están aprendiendo a decir “bien hecho”.

Como colofón para conseguirlo Sara y yo hemos preparado un gran juego en el que estará implicada toda la comunidad de infantil: niños, profesores y staff. Será un día de convivencia en el que los objetivos que nos hemos marcado son imprescindibles para continuar avanzando. Transmitiré los resultados. Huele a cambio.

*Costa africana*


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Hemos vuelto. Y aprovecho este cacho par resumiros este fin de semana y el de hace dos, que todavía tengo pendiente. Los dos han sido en Cape Coast e inmediaciones, el primero de ellos la mayor parte del tiempo en tierra y el segundo la mayor parte del tiempo en alta mar.
Elmina y Cape Coast son dos pueblos de pescadores, donde nos alojamos la primera noche de nuestra primera visita, nuestro hotelito estaba enfrente del puerto y del castillo y nos invadía un olor a pescado muy fuerte que a veces nos impedía cenar en la terraza… no problem at all.
La gente vive en la calle y, aunque tienen sus casuchas mejores o peores, muchos de ellos duermen en la calle, de hecho al ir andando por las calles nos encontrábamos gente dormida en cualquier sitio, en este sentido me estoy amoldando muy bien a las costumbres del país.
Una periodista canadiense, Katherine, una mujer encantadora se unió a nosotros para la excursión que íbamos a hacer al día siguiente temprano, al parque de Kakum Park, donde pudimos conocerla y disfrutar de su compañía, ternura y amistad durante todo el fin de semana. Una profesional periodista que terminado su reportaje sobre la fabricación del cacao, se cruzó en nuestro camino de fin de semana turístico. Un abrazo enorme si consigues leer esto en español, deseando conocer a tus peques, e intercambiar esas maravillosas fotos de puesta de sol en la playa.
 Kakum Park es un parque natural donde se puede admirar la selva desde dentro. Y lo más importante es la sensación que se tiene en el puente colgante. Siete trozos de puente en los que el vacío se hacía bajo nuestros pies, balanceándonos llegábamos a cada árbol fijo y balanceándonos aun continuábamos el camino. Adrenalina, aire puro y un regalo para la vista. Volveremos a pasar una noche allí para ver a los animales en su hábitat natural, por el día no los pudimos ver bien.
Marco y amigos (Alex y Evans), dos fines de semana con ellos y los dos increíbles. El primero nuestro amigo canario nos puso los dientes largos contándonos sus aventuras de pesca, que son muchas, y al siguiente nos unimos a ellos. Os resumo lo que fue una de las mejores experiencias de nuestra vida, y dejo pendiente un artículo conjunto con mis compis de aventura explicando cada sensación del viaje. 12 horas en un cayuco, o barca de pescadores africana, más de 100 kilómetros recorridos por mar, ningún avistamiento de tierra, baño en alta mar, ballenas a pocos metros, pescamos un montón, me mordió un pez en el dedo (más bien le metí yo el dedo en la boca)… los detalles pesqueros los podéis ver en el blog de mi amigo Marco.
Otra de las cositas que nos impactó fue el pueblo desde el que salimos, un pueblecito de pescadores muy pobre, donde todos los niños fueron a despedirnos, y de la misma manera fueron a recibirnos en cuanto nos vieron llegar a la costa… una sensación increíble. Una niñita albina nos dio un pequeño susto porque la traían a la fuerza hacia nosotras y ella lloraba, al principio creíamos que la rechazaban, pero nos quedamos más tranquilas después de comérnosla a besos y de que nos explicaran que tenía miedo de nosotras porque teníamos su misma piel, y para ella eso no es normal.


sábado, 14 de noviembre de 2009

Sí, sigo aquí...


“Cada vez estoy más convencido de que el mundo funciona como una partida de parchís. No es una broma. Es una teoría bastante científica. Cada uno de nosotros somos una de las fichas redondas y planas.
Al principio nos encontramos en un lugar seguro del que, más tarde o más temprano, tendremos que salir. Es nuestro hogar, allí vivimos con nuestra familia a salvo de cualquier peligro, pero debemos abandonarlo para empezar nuestra verdadera vida. Hay gente que tiene suerte y consigue salir antes. En el parchís, sacando un cinco. En la vida, encontrando un buen trabajo. Creo que es más fácil lo del cinco que lo del trabajo.
Una vez que estamos fuera, empieza la carrera. Corremos el peligro de que llegue cualquier otro y nos pise, y entonces tendríamos que volver a empezar. Pero también contamos con la ayuda de las fichas de nuestro color, nuestros amigos, nuestra familia. El resto tratará de jodernos, de llegar antes que nosotros. Es una carrera de velocidad en la que el final es inevitable. Hay veces que tanteamos varias veces la muerte de la partida, como rebotando, antes de llegar a ella. Todos sabemos que el juego va a acabar y tratamos de ganar claro, pero, en el fondo, nos da pena que se termine.
Creo que el planteamiento del juego es bastante cristiano, porque se asocia ese final con algo bueno, con el triunfo. Llegar a la última casilla con todas tus fichas es algo así como llegar al cielo una vez acabada la vida. Y la muerte de nuestra ficha cuando es devorada por nuestras enemigas es una especie de reencarnación porque, después de esa muerte, aparece otra ficha heredera suya que comienza su vida desde el principio.
Existe un dado que es el que ordena los movimientos, el que hace que uno gane y otro pierda, porque sin suerte en el lanzamiento del dado no se puede ganar al parchís. Al dado, ese que dicta el comportamiento en todos los jugadores, algunos lo denominarán Dios, otros dirán que es Azar, y el resto lo llamaremos Destino.” (Báilame el agua)

Nunca he querido hacer de mi vida una partida de parchís, no me gusta competir comiéndome a nadie por el camino, y no voy a luchar por algo que sólo obtendré en un final, lucharé por un proceso, por un progreso; porque, como dice mi sister Laura, la felicidad es un trayecto, no un destino.
¿Se puede ser feliz sin trabajar para ganar dinero para tener una casa para el día de mañana y poder vivir cómodamente con tu coche, tus acciones en bolsa y si puede ser la finca en el pueblo, teniendo que pisar a gente por el camino? Se puede, venid a África.
Prefiero entrar en una casa donde duermen 10 personas por habitación en los suburbios de un pueblo africano, pero donde te sacan las dos únicas banquetas de madera que tienen y escuchas la música y la alegría con la que bailan, y bailas, a una casa en la que el sofá es precioso pero espera que le pongo 5 fundas para que no se manche, quítate las zapatillas para entrar y no vamos a hacer esto que ensuciamos.
Prefiero viajar en trotró, con 10 personas más que no conozco casi encima de mí,  porque me encanta la sensación que se siente al bajarte y respirar, a tener un coche que pueda rayar y entonces qué disgusto.
Prefiero una casita al lado de la selva, donde mis vecinos sean animales, de los que probablemente me tenga que proteger, pero yo no miraré si esa familia de leones tiene su lecho mejor que el mío.
La pobreza no la desea nadie, nadie quiere ser pobre y vivir en malas condiciones si pudiera vivir en otras mejores, pero no tiene nada que ver con la felicidad. Quién más tiene, más quiere; y quién menos tiene, más comparte. Y, por eso, si alguien nos dice que quiere ir a España todas coincidimos en convencerles de que no van a ser felices. Qué suerte tenéis de poder estar sentados en la puerta de vuestra casa mirando las estrellas, quedaros dormidos bajo ese manto, ganáis poco dinero trabajando en la puerta de vuestra choza, vendiendo lo que podéis, pero en familia, tranquilos, con vuestra cultura, vuestro ritmo…ese ritmo que lleváis en la sangre. En España llevaríais el ritmo de no parar de trabajar si tienes la suerte de conseguir que alguien te contrate por dos míseros duros y ni siquiera recibas una muestra de afecto por esos que deberían ser tu nueva familia, como lo sois ahora vosotros para nosotras.
Prefiero encontrar una estrella en el fango, que cuatro diamantes en un cristal.
Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir.
Prefiero experimentar las cosas, aunque me hagan mal. Aunque me hiervan la sangre.
Prefiero probarlo todo a morir sin saber lo que me gusta. A llegar a la meta de mi vida, eso que llamamos muerte, con todas las fichas, pero habiendo seguido todas el mismo camino.
Tengo muchas cosas que contaros, tantas que no tengo tiempo para hacerlo, pero esperad. Os hablaré de Cape Coast (cosas que hacen daño, que no traspasan), de Elmina, pueblo de pescadores con un encanto natural (donde pueden encontrarse muchas estrellas en el camino, algunas de Canadá, otras de Canarias, otras de Ghana… que nos han guiado y lo seguirán haciendo, de todas ellas), de la selva vista desde un puente colgante, en el que un mal paso te puede llevar directamente a la meta, de playas exóticas disfrutadas libremente sin pulseritas que te limiten espacios y adornen realidades…
Dadme unos días. Y aprovechad para escribirme vosotros. He venido a preocuparme por la gente de aquí pero sin olvidarme de la de allí, necesito que me contéis cómo son vuestras vidas, que me digáis que sois felices, y que si alguno no lo es vendréis a África pronto.