Cuando llegas a un colegio esperas ver varias cosas fundamentales: niños, profesores, aulas adaptadas y limpias, con material escolar, patios adecuados para jugar con porterías y canastas…como mínimo. No hablemos de los colegios con más recursos que pueden llegar a tener polideportivos.
Creo que sí estoy trabajando en un colegio porque hay muchos niños, hay aulas, simplemente, los materiales no los veo, los profesores no son profesores, no están formados para ello, y el patio es un descampado en la selva donde hay unos desniveles que a nosotras nos cuesta salvar.
Lo que más me preocupa ahora mismo es la falta de recursos humanos más que de recursos materiales. Y, es que, los profesores no están cualificados para la enseñanza, tienen muy buena voluntad, son buenas personas pero no saben cómo hacerlo. Ahora mismo estamos en infantil porque, aunque saben que no es nuestra especialidad nos pidieron que les ayudáramos allí, ahora lo entiendo todo.
The nursery está apartada del resto del colegio, al final de un caminito en la selva, muy agradable por las mañanas cuando no hace calor y un poco insoportable a mediodía, sólo hay dos edificios de una planta cada uno que me recuerda a los teleclubs de los pueblos de la Vega palentina. Si cierro los ojos recuerdo la descripción que me hacía mi madre alguna de las tantas noches sentada en mi cama antes de dormirme de cuando los teleclubs eran la escuela del pueblo, sólo que aquí no hay que ir antes a encender la gloria.
Estamos viviendo el Cuéntame africano, y de esto me di cuenta del todo cuando conocí a mi clase, al profesor y la vara con la que castiga a los niños que se portan mal o no saben contestar correctamente.
La mayoría de los niños no saben inglés (vienen de poblados de alrededor donde las familias sólo hablan twi, la lengua Ashanti) por lo que no entienden absolutamente nada de lo que se explica en clase, se imaginan algunas cosas y captan nociones básicas, no se comunican por dos motivos, la lengua y el miedo. Miedo a decir lo que no deben, y conmigo miedo porque soy blanca.
Pero este miedo se mezcla con la devoción. Como ya he dicho en algún sitio más, en mi vida me habían tocado tanto, nos persiguen a todos los sitios fuera del aula, nos piden permiso para tocarnos, nos miran, constantemente, nos saludan todos allá donde vamos.
No sé cómo explicar lo que se siente cuando ves a unas niñas cogiéndote la mano y mirándola, me mueven la mano, el brazo y siguen mirando, la huelen, me tocan los brazos, el vello y el pelo, y me vuelven a mirar. Con esa mirada, su mirada. Claramente para ellos somos superiores y no me gusta.
Evidentemente a medida que van creciendo se van dando cuenta de la realidad, pero no todos lo hacen, hay muchos mayores que no tienen la cultura suficiente y piensan igual que estos niños, y eso me inquieta aun más.
En Infantil en este colegio no existen las programaciones, no existen las etapas, los objetivos, contenidos, la metodología… los profesores no saben lo que es un proceso de aprendizaje. Un niño de 3 años no juega, porque no tiene con qué jugar, vaga por la clase y el patio, y están aprendiendo a escribir letras sueltas sin ningún sentido, simplemente por emplear en algo el tiempo. En mi clase pasa lo mismo, y nuestro objetivo principal es enseñar a los profesores.
Tengo la suerte de que mi profesor es muy receptivo. Madame Cristina ¿qué vas a enseñarnos hoy? Él es el primero que quiere aprender, sabe que no sabe, y es muy buena persona. Lo que me dejó loca del todo fue cuando me dijo “el problema que tienen los niños africanos es que no pueden retener los conceptos, cuando van a casa se les olvida, los blancos sí tenéis esa capacidad”.
Por favor, mandadme fotos de gente blanca pobre, de escuelas de allí con menos recursos, de escuelas con más recursos, de todo lo que los niños tienen en casa para desarrollarse antes de ir al colegio y crecer como deben… similitudes y diferencias que dejen claro que el color de la piel no es el problema.
Él es mi objetivo número 1, y me gusta porque es muy buena persona y tiene muchas ganas de aprender. Será un aprendizaje recíproco. Y estoy segura de que después será un buen profesor, y estoy segura de que después lo seré yo también.
“Aprendí a caminar, desde entonces corro.
Aprendí a volar, y desde entonces no tolero que me empujen para pasar de un sitio a otro”.
Así habló Zarathrustra (Nietzche). Y así será.